Por: David Heche
En Madrid no tenemos el privilegio de poder disfrutar de algunas especies de animales que sí viven en otras partes del mundo. El grupo del taller prelaboral no somos muy amigos de los zoológicos pero para ver algunos de estos animales tenemos otra opción que se encuentra en Aldea del Fresno: el SAFARI MADRID que lleva cuarenta años manteniendo a los animales en semicautividad ya que estos campan por el recinto, a su antojo, preparado de la manera más parecida a su hábitat natural.
En la puerta del Safari pudimos comprar unas zanahorias para dar de comer a los animales menos fieros y siempre hambrientos, aunque el sitio abre a las once de la mañana, después de su alimentación, parecen estar siempre dispuestos a llevarse algo a la boca. Todos hemos visto en los documentales como se mueven en grupo y mediante planes de ataque, pero nunca te imaginas el grado de inteligencia hasta que lo vives en primera persona.
Sin darte cuenta un se coloca delante del coche para cortar el paso al vehículo y enseguida el resto lo rodean en busca de las zanahorias del desayuno, pero gracias a esta estrategia los pudimos acariciar. En nuestro caso los animales de bloqueo eran un avestruz con muy malas pulgas y un dromedario con un aliento francamente desagradable y que nos dejó un regalo para que no le olvidáramos.
Continuando con nuestro recorrido nos cruzamos con los órix y los gamos.
Y un Ñu ya mayorcito
A alguno no le gustó que los monos no se acercaran al coche porque coincidimos con su hora de desayuno.
En otro recinto y con sus balsas de agua a lo lejos vimos a los elefantes y los hipopótamos
Una vez que termina el tour en coche comienza el recorrido a pie que comprende los recintos del reptilario, el insectario, la gruta de los cocodrilos, el rincón de los mansos (un minizoo de toda la vida) y la zona de exhibición de aves rapaces.
Con estos psicólogos que tenemos algunas veces es mejor callar porque se empeñan en cerrar traumas infantiles, como si algunos de ellos nos impidieran llevar una vida normal. Yo tengo pánico a los reptiles en general y a las serpientes y los cocodrilos en particular, pues fue decirlo y tardaron menos de lo que estás leyendo esto en cogerme y meterme en el reptilario. Dentro recordé que mi fobia comenzó allí en una excursión del colegio; una de las serpientes se movió mientras yo la miraba fijamente y me llevé un susto tremendo. Atravesé las cristaleras como un palo y al finalmente conseguí relajarme un poco, así que aprovechando este tirón me envalentoné y pedí que me acompañaran a ver a los cocodrilos. ¡Aquí sí que me dieron ganas de echar a correr! Las serpientes por lo menos están detrás de un cristal, pero en esta zona me imaginé a los cocodrilos trepando por los muros para comerme. Siento que no haya fotos, pero no fui capaz de despegarme de Luis no fuera a ser que encima se me cayera el teléfono y me pasara como al capitán Garfio con el cocodrilo, solo que esta vez cambiando reloj por teléfono y sonando a las horas clave de las alarmas que tengo activadas.