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Si pensamos en algún deseo que sea común a todos los seres humanos, podría ser la felicidad, tener buenas relaciones con los demás, vivir con seguridad y confianza y sentirme válido como persona.

Pero parece que no es nada fácil conseguirlo ya que también es común a todos los seres humanos ser vulnerables  y tener dificultades personales e interpersonales. Lo que a veces nos bloquean, nos paralizan e impiden que crezcamos como personas y con los demás. 

Por esto, el trabajo terapéutico es tan importante, ya que con el acompañamiento de una persona especializada podemos conocer quiénes somos realmente. También, nuestras dificultades, tendencias y los deseos que tenemos. Y además ponernos en camino para conseguir mejorías y bienestar. Todo esto con la seguridad de que el contexto es un espacio seguro y confidencial. Así, el terapeuta personalizará el tratamiento con el paciente para beneficiarle al máximo. 

Vamos a realizar un recorrido muy breve por los grandes enfoques psicoterapéuticos para que con unas pinceladas podamos entender qué es lo central de cada uno.

Ninguno de ellos es mejor que otro, sino que ponen el foco en sitios diferentes y por ello unas personas encajarán mejor con un enfoque u otro. Como decíamos, la clave es personalizar el tratamiento para cada individuo.

Aunque haya muchos tipos de terapias, cada terapeuta tendrá su propio estilo personal.

Hace muchos años nació el psicoanálisis y ha ido evolucionando hacia la terapia psicodinámica. Se centran en traer a lo consciente aquellos factores inconscientes que afectan a nuestras emociones, pensamientos y comportamientos actuales para que así puedan ser revalorados y asimilados de una manera que genere bienestar.

Los factores inconscientes son ansiedades infantiles reprimidas y mecanismos defensivos que se desarrollaron como mecanismo de protección. El terapeuta fomenta que el paciente exprese todo aquello que se le viene a la cabeza sin filtros, es decir, una asociación libre. 

Como reacción surge la terapia de conducta. La cual se centra en cambiar las conductas disfuncionales que son observables, analizando sus antecedentes y las consecuencias que tiene. Evoluciona hacia un enfoque más cognitivo-conductual. Donde el objetivo es modificar las creencias y los pensamientos disfuncionales que me generan conductas desadaptativas. En este enfoque el terapeuta tiene un papel algo más directivo, ya que ayuda al paciente a resolver sus problemas.

Ha seguido evolucionando hacia un tipo de terapias que se han englobado bajo el nombre de terapias de tercera generación. Son la terapia analítico-funcional, la terapia dialéctico- conductual, la terapia de aceptación y compromiso y el mindfulnessTodas ellas, suponen una refocalización de la atención ya que se deja de intentar evitar o controlar los síntomas que generan malestar. Con el objetivo de buscar la aceptación de los mismos, incluyendo el contexto en el que se encuentra la persona. La relación entre el terapeuta y el paciente es tan importante que genera en sí misma ya modificaciones en el paciente.  

La terapia dialéctico-conductual en concreto ha sido la más validada por la ciencia hasta el momento para el tratamiento de personas con trastorno límite de la personalidad, como veremos después. 

Como reacción al psicoanálisis y el conductismo, nace el humanismo. Se enfoca en que el paciente tenga un proceso de crecimiento y autorrealización. Y que sea él mismo quien encuentre sus propias respuestas preguntándose el por qué de las cosas en el momento presente. El objetivo es la búsqueda de un sentido existencial. La principal herramienta de cambio es la relación terapéutica. El terapeuta adquiere un papel secundario, de facilitador del proceso de crecimiento.

Otro gran enfoque es el sistémico, que aunque comenzó en entornos familiares, actualmente se utiliza también fuera de la familia. Se centra en observar si las relaciones entre las personas ayudan o no al desarrollo de cada una de ellas, teniendo la comunicación un papel muy importante. El terapeuta proporciona herramientas para ayudar a cambiar los patrones disfuncionales entre los sujetos, pero no resuelve los problemas.  

Claro está que hay terapias que se han estudiado más que otras y que se ha demostrado científicamente que son eficaces en el tratamiento de los trastorno. En concreto, para el trastorno límite de la personalidad, la que adquiere mayor evidencia científica sobre su eficacia es la terapia dialéctico conductual. Vamos a ver en qué consiste brevemente y después veremos otras que también se han aplicado en el tratamiento del trastorno, aunque no tengan tanta evidencia científica. 

La terapia dialéctica conductual fue desarrollada por Marsha Linehan para tratar los síntomas específicos del trastorno (inestabilidad afectiva, trastorno de la identidad, impulsividad y dificultades en las relaciones sociales) que suelen llevar a conductas parasuicidas o actos suicidas. Combina técnicas cognitivo conductuales con aproximaciones zen y budistas para conseguir la aceptación de la realidad. Se trabaja a lo largo de las sesiones y con tareas para casa. Consiste en el entrenamiento en habilidades específicas (habilidades básicas de conciencia, eficacia interpersonal, regulación de emociones y tolerancia al malestar), psicoterapia individual, atención telefónica de las crisis y reuniones periódicas de supervisión. El terapeuta se encarga de validar y aceptar a los sujetos, mostrando un interés genuino en lo que se cuenta y además analizándolo para buscar soluciones. La comunicación es empática y realista a la vez que paradójica ante las conductas disfuncionales. El terapeuta busca constantemente el equilibrio entre tensiones para que el sujeto abandone el pensamiento dicotómico. 

Por otro lado por tanto, la psicoterapia centrada en la transferencia. Es un tipo de terapia eficaz para el tratamiento de TLP que se basa en analizar las transferencias que se dan en la relación entre el paciente y el terapeuta ya que es revelador de aspectos parciales interiorizados de relaciones tempranas.  Busca el desarrollo de un sentido de identidad estable del sujeto. El terapeuta se mostrará como neutro, manteniendo una distancia con los esfuerzos internos del paciente. 

La terapia basada en la mentalización también es eficaz. Pone el foco en aprender a mentalizar, ya que parte de la base de que el trastorno se caracteriza por un déficit en esta capacidad. El terapeuta le enseña las habilidades para conseguir un comportamiento más adecuado. Y mejora además, de las relaciones interpersonales.

Por último, también se ha utilizado la terapia centrada en esquemas. El objetivo aquí es identificar los esquemas disfuncionales de la persona que le generan comportamientos destructivos y autodestructivos. El terapeuta trabaja con el paciente el sentido de identidad y su capacidad de autocontrol. Así como en su comunicación emocional, su autonomía y su sentido de competencia. 

AMAI TLP

AMAI TLP, es la Asociación Madrileña de Ayuda e Investigación al Trastorno Límite de la Personalidad.