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A propósito de la celebración del Día del Orgullo y el estigma del enfermo mental, en 1813 publica Jane Austen una comedia romántica titulada “Orgullo y Prejuicio”. Esta obra ha tenido innumerables adaptaciones como película, serie o teatro, teniendo hasta la actualidad un enorme éxito. El comienzo de la novela, desde el inicio, anuncia el asunto de fondo que va a contemplarse; comienza así: “Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero poseedor de una gran fortuna necesita una esposa”. A partir de esta afirmación, la novela de una manera realista y muy psicológica -como sacando una fotografía de la sociedad de toda una época-  pone de manifiesto todos los perjuicios que podían tener las mujeres de ese entonces, unido al orgullo de una posición social determinada.

Podemos decir que el estigma social contribuye a tener un plan preparado para cada uno, saber qué objetivos se pueden tener (o no) en la vida social. Aprovechando que en esta semana se celebró las fiestas por el Día del Orgullo, de una manera transformada, adaptada a la situación de la pandemia mundial del COVID-19. Queremos felicitar al colectivo y hacer una reflexión sobre el estigma social, autoestigma. Y de qué manera podemos trabajar para que estos procesos  sean socialmente reparados y sanados también en el colectivo que atendemos nosotros de las personas con enfermedad mental.

Efectivamente, la sociedad también realiza un proceso de estigmatización; es decir, de etiquetamiento, con respecto a la enfermedad mental. Lo que genera unas ideas y unas formas de pensar completamente falsas, pero completamente automáticas, que ahorran tiempo a la hora de procesar información. Pretenden ser atajos eficaces para el manejo de la información pero que llevan a cometer tremendos errores de valoración de la realidad. 

En este sentido, respecto a las personas con enfermedad mental, tenemos tres ideas falsas pero que de una manera automática aparecen en la mente de muchos individuos de la sociedad:

  1. El enfermo mental frecuentemente es peligroso y hay que tenerles miedo consecuentemente.
  2. Son espíritus libres y rebeldes; por lo tanto, consecuentemente van a tener una grave y irresponsabilidad en sus cosas.
  3. Tienen percepciones sobre el mundo completamente infantiles por lo que consecuentemente van a necesitar siempre que se les cuide.

Esta es la forma completamente falsa porque las tres afirmaciones se puede demostrar que no remiten a la realidad de los hechos. Simplemente: son mentira. Todavía más negativo que este estigma social es el proceso de auto-estigmatización. Este proceso se da cuando el individuo que pertenece a este colectivo: el de personas con enfermedad mental, se cree él mismo estas ideas relativas a su identidad social. También es grave que incluso dentro del ambiente sanitario, los profesionales sanitarios pueden caer en el error de dar por cierto lo que el estigma propone, sin hacer una labor adulta, científica de análisis de los datos relativos a este colectivo. Nuestra felicitación y reconocimiento al colectivo homosexual que  lleva implícito también una agenda de trabajo para nosotros.

Durante 50 años, se ha realizado una labor constante, dedicada, difícil y arriesgada para luchar contra el estigma social que se otorgaba a este colectivo. En la actualidad, el respeto a los derechos y obligaciones podemos admitirlo como completamente normalizado. Pero no ha caído del cielo, ha sido fruto de un trabajo durante todos estos años. Aunque, una cosa es el reconocimiento social y otra cosa es la vivencia individual de cada individuo perteneciente a la sociedad. A veces hay cierta disparidad, me refiero a que a pesar de la igualdad de derechos y el respeto a este colectivo, siga viendo comportamientos individuales de discriminación en este aspecto pueden incluirse todos los chistes y bromas mal intencionadas. Esto ya es un trabajo de cada individuo cara a una vida social integrada y respetuosa.

Si analizamos la situación en el área del colectivo de personas con enfermedad mental, además de esta dimensión individual, sigue existiendo desgraciadamente esa dimensión comunitaria en la que al enfermo se le etiqueta de una manera falsa inadecuada. Esto lleva al comportamiento consecuente que es la conducta discriminatoria. 

Vamos a recordar las líneas de trabajo que han resultado eficaces para cambiar el estigma social y que el colectivo homosexual ha utilizado durante estos 50 años llegando a un resultado positivo en cuanto a el cambio de dicho estigma:

  1. La protesta. Este es el menos significativo en cuanto a efecto sobre el cambio del estigma, pero siempre es una puesta en escena pública de cuál es el asunto, cuál es la problemática que se está intentando afrontar.
  2. La educación. Disminuye el estigma a base de proporcionar información veraz y equilibrada utilizando distintos medios: libros, videos, programas de enseñanza estructurados para transmitir esa información adecuada.
  3. El contacto. Si la sociedad tiene oportunidad de tener contacto real o personal con el colectivo. Esas personas van a reparar y reorganizar todo su sistema cognitivo de ideas preformadas acerca de ellas. Recuerdo en este sentido el testimonio que me proporcionó una persona de cierta edad. Esta persona de una manera fortuita acabó en el Día de la Salud Mental que se celebró en el Matadero, hace unos años. Y me comunicó que se había quedado tremendamente impresionada por la capacidad que había visto en el colectivo de organizar, de hacer, de relacionarse. Y agradecía a la organización la oportunidad que se le había dado. El día tan bonito que se le había proporcionado por la celebración de este evento.

¡Feliz Orgullo Gay! Esperemos que dentro de un tiempo vosotros podáis celebrar también con nosotros la superación del estigma de la enfermedad mental. 

Quiero saludar desde este lugar también a las personas que iniciaron desde el movimiento asociativo del enfermo mental grave, hace unos pocos años el movimiento del “Orgullo Loco” con una filosofía parecida al orgullo gay. Pero aplicada a la dimensión del enfermo mental.

Como cerrando un círculo, voy a terminar este artículo cerrando lo del comienzo. En su novela, Jane Austen retrata como el orgullo y el prejuicio interfieren en el caminar social de cada individuo.

Amigos, que nuestros orgullos y nuestros prejuicios los tengamos cada vez más conocidos y cada vez más a raya. Para que podamos reconocer en los individuos seres únicos e  irremplazables. A los que hay que tener respeto, a los que hay que querer y querer conocer. Solo así podremos caminar juntos.

Antonio Gil Mingoarranz

Antonio es psicólogo colegiado, tiene un master en Psicoterapia y es psicoterapeuta acreditado por la Asociación de Psicoterapeutas APHICE. Además desarrolla su carrera como profesor del PRACTICUM de Psicología del C.E.S. SAN PABLO CEU y es tutor de prácticas del Master de Psicología Clínica y de la Salud de la UAM. Lleva más de 12 años trabajando en el tratamiento psicológico del área del Trastorno Grave.