Históricamente es antiguo el uso terapéutico de la música: en Oriente la música se usaba como técnica de curación. O por ejemplo, los griegos clásicos sabían de la influencia de la música en los estados de ánimo.
Actualmente los estudios de Neurociencia han localizado biológicamente el asunto a nivel del sistema nervioso central.
Anna Blood y Robert Zatorre; neurólogos canadienses, han localizado en la parte más antigua del cerebro las fibras nerviosas que se involucran en la música. La música afecta al sistema límbico y reduce la activación de la amígdala. Además, reduce la formación de cortisona aumentando los niveles de oxitocina.
También, desde un punto de vista bioantropológico, parece ser que la música evolutivamente sirvió ,en un primer momento, como precursora del habla. Que sirvió para la comunicación de estados emocionales evolutivamente. Por tanto, primero hicimos música y luego empezamos a hablar.
La musicoterapia se ofrece por tanto como una forma de desandar el camino andado. Y también, poder contactar de forma directa con la emoción. Quitando la traba que puede suponer la significación del lenguaje.
Dentro del área que atendemos de los trastornos límite de la personalidad, la vida emocional suele ser casi siempre complicada. La música constituye un factor proyectivo. Además, de un vehículo de comunicación de ese mundo íntimo y a veces desconocido. Como es el propio mundo emocional, constituyéndose como un muy buen canal de expresión de las emociones.
Además la música es un factor lúdico en sentido literal. En muchos idiomas la música conserva el sentido de jugarse, disfrutarse y divertirse (play the music (En ingles), Jouer de la musique (En francés) = tocar música). Este es un factor terapéutico añadido bien interesante en el área de problemas que atendemos. La amabilidad y el pasarlo bien contrapesa el dolor y el sufrimiento tan invasivo en esta patología por regla general.