Los esquemas mentales y el Trastorno Límite de la Personalidad

4 Sep, 2023

Hoy hablaremos sobre los Esquemas Mentales, explicando desde qué son y cómo influyen en nuestra Salud Mental, hasta su relación con un diagnóstico de Trastorno Límite de la Personalidad.

¿Qué es un Esquema Mental?

Comenzaremos este artículo explicando qué es un esquema mental, ya que es un término frecuentemente utilizado tanto en la filosofía como en la psicología. Su uso definiendo un marco o una estructura se remonta a los filósofos griegos, quienes hablaban de “esquemas inferenciales”. También es un término usado en la filosofía kantiana. Y es precisamente la idea de esquema de Kant la que sienta las bases para que psicólogos como Piaget y Bartlett desarrollen sus teorías sobre el aprendizaje y el desarrollo cognitivo.

¿Qué dicen los teóricos?

Según Kant (1781), el conocimiento se construye mentalmente sobre los datos de la experiencia mediante su ordenación en esquemas y la aplicación de reglas universales. El esquema sería, por tanto, una organización de la experiencia que refleja el mundo de los hechos y la lógica de los conceptos.

De acuerdo con Fiske y Taylor (2013), un esquema es una estructura cognitiva independiente que representa el conocimiento abstracto que tenemos acerca de un objeto, una persona, una situación o una categoría, y que incluye las creencias sobre las características de esos estímulos y las relaciones que se establecen entre dichas características.

En otras palabras: un esquema mental es un marco cognitivo y conceptual que nos permite organizar e interpretar información, que condiciona nuestra forma de entender lo que nos rodea, a nosotros mismos y a los demás, y, por tanto, influye en nuestras emociones y en nuestras conductas.

¿Cómo se adquiere ese marco cognitivo y conceptual? 

Piaget postuló que el desarrollo cognitivo se produce mediante dos procesos: asimilación y acomodación. La formación de los esquemas mentales inicia en la niñez conforme se van aprendiendo conceptos como resultado de la interacción con el entorno; en la asimilación es cuando la nueva información se incorpora a un esquema y en la acomodación se modifica un esquema preexistente o se crea otro esquema diferente donde tenga cabida esa información recientemente incorporada. A medida que ocurren nuevas experiencias y se adquiere más información, se desarrollan nuevos esquemas y se cambian o modifican los esquemas previos.

¿Qué hay que tener en cuenta?

Cabe aclarar que antes de la formación de los primeros esquemas, existe una “pre-programación” que viene dada por el factor biológico. Es decir: las características heredadas, las conductas reflejas y el temperamento innato.  Pensemos en un neonato, en esos momentos ya se rige por el principio del placer, de la búsqueda de satisfacción de sus necesidades y sus únicas herramientas para conseguirlo son sus conductas reflejas (por ejemplo el reflejo de succión o el de llanto). Al ejercitar esas conductas reflejas y conseguir satisfacer sus necesidades, ese niño va desarrollando sus primeros esquemas mentales. Quizás, unos primeros esquemas muy primitivos podrían ser todo aquello que entra en la categoría de placentero, satisfactorio, “lo bueno”; así como su contraparte: todo “lo malo”, lo que no quita el displacer.

Mediante la asimilación, el niño va incorporando al esquema “lo bueno” todas aquellas experiencias que le resultan placenteras: que me alimenten, que me abracen, que me hablen, etc. Y a la vez conforme avanza su desarrollo psíquico, sus esquemas van siendo más específicos. Por ejemplo, en lo relacionado a la alimentación había un esquema donde entraba el pecho materno, su textura, temperatura, la sensación de seguridad y satisfacción del hambre. Pero llegado el momento entran la alimentación por biberón o la incorporación de otros alimentos. Entonces, por acomodación, ese esquema mental se modifica para incorporar los nuevos aprendizajes relacionados con diferentes sabores y texturas. Pero también vamos creando esquemas en relación a las figuras que nos proporcionan esa satisfacción a las necesidades, los llamados objetos relacionales.  

Es a partir de estos dos procedimientos: asimilación y acomodación, como se produce el proceso de adquisición de esquemas mentales con el objetivo de que el niño se adapte cada vez más a su entorno.

¿Qué pasa con el tiempo?

Conforme ese niño crece y va teniendo un mayor desarrollo psíquico, los esquemas mentales se van haciendo más específicos, y no solo se aprende por lo que se experimenta por si mismo, sino que llegado el momento cobra gran importancia “el otro”; los esquemas mentales de los cuidadores y resto del entorno, qué dicen, qué opinan, sus valores familiares, los valores culturales, etc. Es con el proceso de socialización como adquirimos la mayoría de los esquemas relacionados con cómo percibimos al mundo y a nosotros mismos dentro del grupo.

¿Para qué sirven los esquemas mentales?

De acuerdo con la psicología evolutiva, la función de los esquemas mentales es el aprendizaje de la forma más efectiva para el desarrollo de la inteligencia. Pero en términos generales, los esquemas sirven para procesar automáticamente los estímulos sociales que se nos presentan. Al tener estos marcos mentales, podemos tomar atajos y saber con anticipación qué pensar, qué opinar e incluso qué sentir y cómo actuar, ante determinado estímulo. Asimismo, el esquema mental ayuda a disminuir la angustia, puesto que evita la ansiedad de enfrentarnos a algo nuevo por primera vez.

¿Los esquemas mentales nos limitan?

Un pensamiento crítico y una actitud de curiosidad y apertura hacia lo desconocido propicia el proceso de acomodación, que es cuando analizamos conscientemente la nueva información, comparamos y decidimos si encaja con esquemas preexistentes o hay que realizar alguna modificación al esquema.

El problema surge cuando los esquemas mentales son demasiado rígidos, cuando se tiende a dar una creencia por sentada sin pararse a cuestionar si estamos ante una circunstancia que requiere modificar el esquema. 

Un esquema mental puede resultar un obstáculo para la adaptación y para el bienestar emocional cuando se trata de esquemas precoces desadaptativos (Young y Klosko, 2007), cuando se basan en creencias producto de distorsiones cognitivas o en prejuicios y estereotipos.

Detrás de los prejuicios, estereotipos y estigmatización, hay esquemas mentales rígidos e inflexibles relacionados con creencias derivadas de la generalización excesiva y el pensamiento dicotómico; muchas veces no basadas en las propias experiencias y sin apreciar las diferencias individuales, y es así como llegamos a tener esquemas mentales relacionados con cómo percibimos a los demás (o  cómo nos percibimos a nosotros mismos) en función de su rol de género, de su raza, o en lo que a nosotros nos ocupa, en función a pertenecer a un grupo de personas que padecen un trastorno de personalidad.

Esquemas mentales y TLP

Los trastornos mentales son patologías muy presentes en nuestra sociedad. Se estima que 450 millones de personas en todo el mundo padecen un trastorno mental o de comportamiento. (WHO, 2000). Y que entre el 2 y el 5% tiene diagnóstico de TLP.  No es arriesgado pensar que, con esta alta incidencia, todos estamos en contacto con una o más personas que padecen algún tipo de trastorno mental o emociona.  Pero a pesar de ello, las personas con enfermedad mental a menudo son marginadas de la sociedad.  Además del sufrimiento que un diagnóstico de TLP produce en la persona que lo padece, tiene que sufrir el estigma de padecerlo, lo que acaba afectando a su dignidad y autoestima; pero además termina repercutiendo en su vida social y en las posibilidades de tener un desarrollo profesional y laboral. 

Podríamos pensar que muchos de estos esquemas mentales prejuiciosos y estigmatizantes surgen del desconocimiento de lo que es realmente el trastorno. Es común que en nuestras consultas, los pacientes nos mencionen sus esfuerzos por “psicoeducar” a sus familiares y entorno cercano acerca de lo que es el TLP. Incluso esta Fundaicón hace grandes esfuerzos de difusión a través de los medios de comunicación y formación en escuelas de familias y otros profesionales.

¿Cuál es el primer paso?

El conocimiento, la información veraz, es el primer paso para modificar esquemas; pero no suficiente, ya que existen creencias muy arraigadas (y algo más) que acaban derivando en actitudes desfavorables hacia una persona con TLP. Un esquema mental no es solo el componente cognitivo, un esquema es un patrón constituido por recuerdos, sensaciones corporales, emociones y pensamientos; relativo a uno mismo y a la relación con los demás.

¿Qué hace una psicóloga en este caso?

En mi trabajo con familiares de pacientes con TLP, muchos de mis esfuerzos van encaminados a que aprendan a ver con otros ojos esa sintomatología que en ocasiones les parece tan rechazante, que vean más allá de lo aparente, más allá de sus autolesiones, de sus comportamientos impulsivos, agresivos, de su inestabilidad emocional. Parte de mi trabajo se centra en intentar cambiar esos esquemas mentales que les hacen prejuzgar cómo debería ser y comportarse una persona enferma; o esquemas mentales que les hace comportarse de determinada manera creyendo que es la mejor forma de ayudar.

Como he dicho anteriormente, en algunas ocasiones, el manejo del conocimiento no basta para cambiar un esquema, también debemos mirar hacia el aspecto experiencial; qué emociones me despierta la sintomatología TLP del otro, y con qué tiene que ver.

¿Dónde puedo leer sobre ello?

En la web de la AEESME (Asociación Española de Enfermería de Salud Mental), hay publicado un estudio muy interesante titulado: El estigma del trastorno límite de la personalidad: Una visión enfermera; del cuál sustraigo la siguiente cita:

“Diversas investigaciones demuestran que la etiqueta “TLP” es suficiente para disminuir la empatía del personal sanitario. Muchos profesionales piensan que estos pacientes merecen un cuidado menos empático, que su diagnóstico es manipulador o que son culpables de su comportamiento Por otra parte, los rasgos del paciente con TLP generan fuertes respuestas contratransferenciales a los enfermeros, que les lleva a reaccionar de forma evitativa, generando un distanciamiento entre ambos que afecta a la calidad de la relación terapéutica. Estas respuestas pueden incluir sentimientos de ira, impotencia, hostilidad, frustración o temor”

Conclusiones

Concluyo este articulo haciendo una propuesta: propongo que cada uno de nosotros hagamos el ejercicio de ser conscientes de nuestros esquemas mentales referentes a las personas que padecen trastorno límite, y observemos de qué forma se manifiestan en nuestros comportamientos, opiniones, actitudes, en la forma en que nos relacionamos y en las emociones que nos generan.

Acerca del autor

Rosalba Miramontes

Rosalba Miramontes

Psicóloga en AMAI TLP

Psicóloga sanitaria especializada en terapia de esquemas, terapia sistémica familiar y terapia dialéctico-conductual. Posee formación en ciencias fisiológicas y orientación familiar siendo además docente universitaria

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