Lo que las investigaciones nos cuentan del TLP

9 Jun, 2020

Hablar de investigación y Trastorno Límite de la Personalidad, es abordar un tema amplio, no solo por el hecho de la complejidad de la sintomatología que describe el diagnostico, si no también, por la variabilidad en las investigaciones que se realizan sobre el tema. Al mismo tiempo, muchos de los resultados obtenidos no logran responder de forma clara las preguntas iniciales que se plantean. Ocurre también que son diversas las preguntas que surgen a la hora de realizar una investigación, como por ejemplo, nos podemos preguntar ¿cuántas personas sufren esta sintomatología?, o ¿por qué surge este padecimiento?, ¿cuáles son los tratamientos que hay para reducir o eliminar la sintomatología?, ¿el tratamiento funciona igual a todos?, en fin… una lista amplia de interrogantes que surgen no solo en las personas que tiene un diagnóstico, sino también en los familiares, profesionales e investigadores que nos dedicamos a encontrar respuestas.

Al hablar de investigación es importante señalar que hay diversas formas de investigar y que cada una de estas formas se elige en función de las preguntas que nos formulemos al inicio. Y, por supuesto, por los resultados que esperamos encontrar. El objetivo del presente escrito es mostrar algunas conclusiones bastantes aceptadas, de lo que sabemos sobre el Trastorno Límite de Personalidad, conclusiones que son producto de la acumulación de resultados de una amplitud de investigaciones. Nos centraremos en tres áreas de investigación, que buscan responder a tres preguntas fundamentales. La primera de ellas atiende a la epidemiología; es decir, ¿a cuántas personas afecta esta sintomatología, o se diagnostica de TLP en España? La segunda de las áreas de investigación que abordaremos es la etiología, es decir ¿por qué surgen este conjunto de síntomas que señalan un diagnóstico de TLP? Por último, responderemos a lo que se puede hacer para reducir el sufrimiento; es decir, ¿cuáles son los tratamientos más adecuados?

Para abordar la primera interrogación, relacionada con la cantidad de personas que sufren de estos síntomas, recurriremos a un estudio realizado por la asociación AMAI TLP, que recoge información sobre los trastornos de personalidad en general y sobre trastorno límite de la personalidad en particular. En el año 2017 se realizaron 1.203.647 diagnósticos de enfermedad mental en España, 25.026 eran diagnósticos de trastornos de personalidad, el 2,08%. Entre el 30 y 60% de los trastornos de personalidad son TLP, por lo que se considera que entre el 1% y 2% de la población general puede sufrir síntomas de Trastorno de personalidad limite. Kaplan, Sadock y Grebb (1994) estiman que, de los que se diagnostican con tal trastorno, el 70-77% son mujeres, y además, un dato alarmante, es que cerca del 10% de los pacientes con dicho diagnóstico se suicidan (Paris, 1993; Nehls, 1999).

El conjunto sintomático que conforma lo que denominamos trastornos de la personalidad, constituyen un conjunto de problemas psicológicos agrupados habitualmente bajo una sección específica de los sistemas de clasificación internacionales, el DSM-IV (APA, 1994) y la CIE-10 (OMS, 1992) y separada del resto de los trastornos clínicos. Las investigaciones se han centrado en dimensiones clínicas que permiten un anclaje más sólido de los datos neurológicos que son estudiados y obtenidos en relación con el TLP como la desregulación emocional o la inestabilidad afectiva, la impulsividad, la sensibilidad interpersonal o el trauma.

Las investigaciones sobre la etiología, que son aquellas que buscan conocer el origen o la causa de este padecimiento, son quizás los estudios que reportan un mayor número de publicaciones. En 1991, Siever y Davis inauguraron la investigación de las bases neurobiológicas del TLP, proponiendo que los problemas de regulación afectiva y la impulsividad tenían fundamentos cerebrales evidente, la hipótesis señala que podría existir una correspondencia entre dimensiones sintomáticas y determinados sistemas de neurotransmisión, lo cual a su vez tendría una correspondencia con trastornos psiquiátricos. Hay investigaciones que señalan que el órgano encargado de la regulación de las emociones, la amígdala, en las personas que sufren de estos síntomas, producen una mayor cantidad de un neurotrasmisor que genera una mayor activación física.

En este orden de ideas las investigaciones señalan que las cantidades de sustancias como la acetilcolina o cortisona son mayores en las personas que tiene una mayor labilidad afectiva. Por tanto, la combinación de la hiperreactividad de la amígdala izquierda a estímulos negativos y un déficit de la actividad del prefrontal serían los hallazgos más consistentes en la investigación neurobiológica del TLP, sin embargo, hay una gran variabilidad en cuanto a las áreas del prefrontal que estarían afectadas.

En el año 2000, Torgensen et al. hallaron un 68% de heredabilidad del trastorno, lo cual, en principio, echaba por tierra todas las teorías previas sobre las causas ambientales como generadoras exclusivas del cuadro. Bajo este parámetro, se le consideraba como un trastorno con síntomas heredables –desregulación afectiva e impulsividad, que implican anomalías cerebrales detectables por técnicas de imagen. Estudios en gemelos sugieren que el factor de heredabilidad, influencia genética, del TLP es del 69%.[1]

Sin embargo, también existen investigaciones que señalan que el origen puede estar asociado a un trauma o a experiencias traumática infantiles incluso previas al nacimiento, que han marcado de forma estructural el funcionamiento de las personas que sufren estos síntomas. Los resultados encontrados en investigación con respecto al trauma hablan de que en aquellos trastornos en los que existen antecedentes traumáticos, se ha observado una respuesta exagerada de cortisol ante estímulos mínimos de dexametasona, manifestada por una mayor supresión en la respuesta. La hipersupresión se correlacionaría con una mayor inestabilidad afectiva, mayor impulsividad y gravedad clínica. Esto reflejaría un peor funcionamiento social, familiar y laboral, y clínicamente se manifestaría por un aumento en el número de intentos de suicidio (Kazuhiro Tajima-Pozo, Ana Montes-Montero,Itziar Guemes,Sara González Vives, Marina Díaz-Marsá, Jóse L. Carrasco, 2013).

Mary C. Zanarini -psicóloga del departamento psiquiátrico del Hospital McLean, Belmont, Massachusetts- publicó que el 84% de quienes sufren TLP describen de forma retrospectiva haber sufrido experiencias traumáticas precoces de malos tratos psíquicos y negligencia por parte de ambos progenitores antes de cumplir los 18 años. [2] “El 80% de los jóvenes que padecen trastorno de la personalidad han sufrido acoso”, según afirma el Dr. José Luis Carrasco, profesional experto en TLP de reconocido prestigio, quien también asegura que “Nueve de cada diez víctimas de acoso escolar desarrollan secuelas psicológicas graves”.

Estas investigaciones nos permiten señalar que las causas de este padecimiento pueden tener diversos desencadenantes, donde los aspectos neurobiológicos influyen en la intensidad de respuesta emocional de los pacientes que gatilladas por situaciones traumáticas vividas a lo largo la historia del desarrollo, propician patrones de comportamiento negativo que afecta a la persona misma y a su entorno.  En los últimos años, se ha venido realizando un amplio número de estudios con el fin de identificar marcadores de riesgo o de vulnerabilidad en el desarrollo del trastorno límite de la personalidad. Los factores etiológicos propuestos se pueden sintetizar en seis grupos, por un lado, tres corresponderían a una naturaleza medioambiental: 1) separaciones en la infancia, 2) compromiso o implicaciones parentales alteradas, y 3) experiencias de abuso infantil.  Y por el otro, hay tres marcadores que tienen que ver más con una naturaleza constitucional: 1) temperamento vulnerable, 2) tendencia familiar a padecer ciertos trastornos psiquiátricos, y 3) formas sutiles de disfunción neurológica y/o bioquímica (Zanarini et al., 1997). Este planteamiento nos lleva a entender que el tratamiento no es simple, si no por el contrario debe ser abordado desde múltiples áreas de atención.

Las investigaciones que buscan identificar los tratamientos mas efectivos que logran minimizar los síntomas y reducir el sufrimiento, nos revelan que en los últimos 8 años la prescripción de antidepresivos se ha mantenido alta en el 80% de los pacientes de TLP, se aprecia una disminución en el uso de benzodiacepinas y un aumento significativo en el uso de estabilizadores del ánimo y antipsicóticos atípicos. En general los  fármacos más utilizados han sido los siguientes (Dimeff, McDavid y Linehan, 1999): a) antipsicóticos, empleados para tratar las cogniciones alteradas, incluyendo la paranoia, las ideas de referencia, las disociaciones y las alucinaciones, b) antidepresivos, prescritos sobre todo para reducir la disforia asociada al rechazo personal, c) estabilizantes del estado de ánimo y anticonvulsivos, para regular los intensos cambios de humor, y normalizar los estados de impulsividad y agresión, y d) benzo-diacepinas, dirigidas a reducir la ansiedad, los episodios de hostilidad y las alteraciones del sueño.

La comunidad científica está cada vez mas convencida de que la intervención debe ser compleja e incidir en las diferentes áreas que afectan a las personas, planteando una posible explicación a los bajos índices de recuperación que señalan las investigaciones. Un dato alentador en este sentido no lo comunica Zanarini (2010) [3] donde confirma que más del 90% de los pacientes de TLP desarrollan un 50% de recuperación sostenida (buen funcionamiento social y laboral y ausencia de criterios diagnósticos mantenidos durante al menos dos años) tras más de 10 años de seguimiento del tratamiento.

Los datos obtenidos de los tratamientos psicológicos no son muy amplios, tampoco son claros, y además es difícil la comparación entre diferentes investigaciones, limitando las conclusiones acerca de la eficacia del trabajo de intervención. Sin embargo, a parte del tratamiento farmacológico, la intervención suele estar acompañada de una terapia individual, donde los dos modelos terapéuticos mas utilizados, serian aquellos de corte más dinámico, y por otro lado las propuestas cognitivo-conductuales, ambos tienen amplias referencias en el tratamiento, y su uso es extendido hoy en día por instituciones que se dedican al tratamiento de los TLP.

Al mismo tiempo se han planteados modelos de intervención grupal, que permitan atender los patrones de interacciones sociales negativas que tan común son en estos casos, así como terapia familiar. Se observa que las familias muestran un alto grado de ansiedad, y confusión ante el comportamiento de sus familiares y el apoyo a las familias es un factor de reducción de ansiedad en la convivencia familiar. Se considera que la atención del contexto familiar, un terapeuta de referencia, mantenido en un tratamiento constante, una pauta farmacológica estable, acompañado con el trabajo grupal y social, favorece la estabilidad en los pacientes que padecen de esta sintomatología, reduciendo los comportamientos de riesgo y las conductas impulsivas. De la misma forma se ha investigado la duración del tratamiento, señalando que las terapias que se inician a edades más tempranas, y mantienen una relación terapéutica duradera, obtienen mejores resultados.

Aún queda mucho por investigar, la labor investigadora nos revela que una respuesta lleva a más preguntas, es una búsqueda constante por descubrir nuevos aspectos, que faciliten la mejoría de los pacientes y disminuya su sufrimiento. Es un abordaje que debe realizarse desde muchas áreas del paciente, incluyendo su contexto y su historia para una mejor compresión de lo que significa, la sintomatología del TLP en nuestros pacientes.

[1] Fuente: Atención a las personas con Trastorno Límite de Personalidad en Andalucía (2012)

https://consaludmental.org/publicaciones/AtencionpersonasTLPAndalucia.pdf (39)

Fuente: Guía de práctica clínica sobre Trastorno límite de la personalidad. Generalitat de Catalunya (2011)

http://www.guiasalud.es/GPC/GPC_482_Trastorno_Limite_Personalidad.pdf (45)

[2] Fuente: Guía de práctica clínica sobre Trastorno límite de la personalidad. Generalitat de Catalunya (2011) http://www.guiasalud.es/GPC/GPC_482_Trastorno_Limite_Personalidad.pdf (143)

[3] Fuente: Atención a las personas con Trastorno límite de personalidad en Andalucía (2012) https://consaludmental.org/publicaciones/AtencionpersonasTLPAndalucia.pdf (38)

Acerca del autor

Octavio Finol

Octavio Finol

Psicólogo en AMAI TLP

Psicólogo clínico doctorado en fundamentos y desarrollo psicoanalítico con master en Psicoterapia psicoanalítica. Especialista EMDR en intervención en Trauma de nivel I y II. Colaborador de diversas asociaciones que favorecen la inclusión social en poblaciones vulnerables.

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