Fue el otro día cuando saqué a mi perro que me encontré con una persona que padecía un trastorno mental. Me estuvo contando que se encontraba solo y discriminado y que su familia no le apoyaba. Sentí entonces la necesidad de hablar sobre estigma en las enfermedades mentales, aunque ya hace tiempo que quería hablar sobre el tema.La maldad y las enfermedades mentales
Cada vez que alguien hace algo delictivo, se le achaca que tiene una enfermedad mental. Un e jemplo fue el caso del chico de trece años que mató a un profesor del Instituto Joan Fuster de Barcelona. S in que mediara ninguna evaluación diagnóstica, la Consejera de Enseñanza, Irene Rigau, dijo que el chico sufría un brote psicótico . Lo que sí fue un hecho es en su padre le había regalado una ballesta con la que había ejecutado la muerte. Pero esto apenas se puso en duda. El titular era la enfermedad mental. Montse Baró, de Activament Catalunya Associació comenta que la sociedad necesita una explicación en este tipo de sucesos porque eso la tranquiliza, “se echa mano a lo más fácil, a los trastornos”. Además se añade el morbo televisivo, y “la gente no quiere o no puede admitir que sea un tema de maldad simplemente”. Activament considera que la sociedad necesita una respuesta a este tipo de situaciones para ser capaz de comprender las maldades que pueden llegar a cometerse. Hernán Sanpietro, de la misma asociación añade que “ e n Cataluña 700.000 personas con depresión. No se puede atribuir a una depresión la maldad, porque entonces ya habría un genocidio”.
La enfermedad versus la persona
Cuando existe una etiqueta, un diagnóstico de enfermedad mental no vemos lo que hay detrás, no vemos a la persona. “Nos solemos centrar más en el trastorno por el miedo de cómo puedan actuar”, cuenta Hernán Sanpietro de Activament. Sin embargo no nos damos cuenta de que puede tratarse de una enfermedad que puede afectar a cualquier persona por igual. Hernán nos anima a que hablemos de ello, a que no tengamos miedo y además seamos capaces de “mostrar que la recuperación es posible”.
Como a este colectivo -por llamarlo de alguna manera- se le presupone que podría cometer actos violentos, ello genera mucho rechazo en la sociedad, y a eso se añaden los prejuicios, que aún es más difícil de llevar, coinciden Montse y Hernán. Es más, “según El código penal seríamos sujetos peligrosos. Volveríamos a la Ley Corcuera de 1992. Se juzgaría por lo que la persona es y no porque la persona hace”, explica Hernán. Se suma así una manera más de discriminar y de estigmatizar, de apartar de la sociedad a personas que no han elegido estar enfermas, y encerrarlas y apartarlas.
Los medios de comunicación
Montse comenta que los medios tienen un papel importante a la hora de fomentar el estigma, aunque trata de ponerse en su lugar al saber que el funcionamiento empresarial de los mismos puede llevar a que el periodista sufra presiones de algún tipo. Y nos lanza una pregunta: “¿Si vuestro lenguaje fuera más respetuoso el público se interesaría de la misma manera?” No sé muy bien qué responder, porque yo misma me lo pregunto, pero creo sí, que el morbo y las enfermedades mentales venden, lo desconocido y el miedo vende, las desgracias venden. Triste, pero cierto. La mercantilización del drama y del morbo en la diversidad funcional es un hecho.
Montse se pregunta si son conscientes del daño que hacen al colectivo siendo irrespetuosos con las enfermedades mentales. Quiero creer que no, pero…Hagamos autocrítica.
Autoestigma
El estigma no sólo viene de fuera sino de nosotros mismos. Montse comenta que es fundamental la aceptación del trastorno para la recuperación de uno mismo. “Dar la cara para la autoestima es muy positivo”, pero entiende que cada uno necesita su tiempo. “Tener responsabilidad como pacientes y aceptarse es un paso fundamental. Tanto como el respirar”, explica.
“ La persona que más se discriminó fui yo mismo”, cuenta Hernán. “No iba a pedir ayuda por las consecuencias sociales que pudiera tener, sobre todo laborales. Temía ser etiquetado. Yo no salí del armario, sino que el armario me echó fuera porque ya estaba en muy mal estado”. Desde Activament señalan que los prejuicios agravan los propios síntomas, por lo que no sólo estaríamos hablando de un problema moral, sino también sanitario. “Sobre todo los hombres llegan al hospital ya en circunstancias muy graves. Tienen miedo a acudir por las consecuencias sociales que puedan tener”, explica Hernán.
¿Están las personas organizadas para salir del armario?, ¿qué hacer? Activament trabaja con grupos de apoyo mutuo para explicar a la persona afectada que “no te van a mirar raro, no te van a juzgar” y muestran ejemplos que han pasado por lo mismo trasladando herramientas que les hayan funcionado de cara a facilitar su recuperación.
Les propongo la necesidad de una asignatura educativa que englobe este tipo de enfermedades mentales de cara a evitar la estigmatización -de cualquier discapacidad-. Me comentan que ellos ya trabajan llevando la salud mental a los Institutos. Montse coincide en que debería haber una asignatura que explique la generosidad, el respeto, “todos esos valores que parecen caducos y que son más necesarios que nunca. Teniendo esos valores integrados, al final saldría ganando la sociedad, no sólo nosotros”.
Hernán comenta que ese cambio se está produciendo, de abajo arriba, desde la ciudadanía hacia las instituciones.
El Falso Positivo
Además de la maldad o lo negativo relacionado con “la locura”, la genialidad también suele asociarse a algún trastorno. Hernán comenta que eso es lo que se conoce como “falso positivo”, primero porque se trata de una afirmación falsa y segundo porque “de alguna manera la creatividad tiene que ver con que eres menos racional y por tanto ya eres diferente”.
Al final parece que en esta sociedad es necesario etiquetar. Hacer la construcción ellos/ nosotros. “La monstruosidad ahora la llevamos nosotros, en otro momento la llevaron otros colectivos, como los de la sexualidad no normativa”, explican.
Quizá la sociedad siempre necesite un monstruo . Montse comenta que para hacer frente a la discriminación es muy importante la relación que uno mismo mantiene con su trastorno. “Difícilmente vas a convencer al resto de que eres normal -entendido como hacer una vida que te sea cómoda- si no te convences y aceptas. Yo lo llamo estar en paz con tu trastorno. A partir de ahí el camino es más fácil”.
De esta conversación saco en claro la necesidad de aceptarse, salir del armario, conocer otros ejemplos de personas que viven con diagnóstico y tienen una vida plena, la lucha por los derechos del colectivo, el cuidado en los medios y el contacto social. Montse añade que la lucha contra el estigma es una carrera de resistencia, “saber que habrá obstáculos, pero que finalmente llegaremos”. Por su parte Hernán, con una enorme sonrisa dice: “De momento vamos, estamos en el camino, eso ya es un hito”.
Texto escrito por Anita Botwin y publicado en el diario.es