La ansiedad

29 Dic, 2020

La ansiedad es uno de los problemas psicológicos más comunes en la población general. En 2017 la Organización Mundial de la Salud señalaba que más de 260 millones de personas en el mundo padecían trastornos de ansiedad. Según la Sociedad Española de Psiquiatría, se estima que 1 de cada 10 personas sufrirá algún problema de ansiedad en cierto momento de su vida. Los trastornos de ansiedad constituyen, en conjunto, la dolencia psiquiátrica más frecuente. 

La ansiedad es un síntoma que se presenta prácticamente siempre en el cuadro del TLP y muchas veces antes de una diagnóstico de TLP aparece un cuadro de ansiedad o de depresión.

¿Qué es la ansiedad?

La ansiedad es una respuesta de activación que genera el organismo de forma autónoma e involuntaria ante situaciones límites. Esta reacción se caracteriza por la aceleración del ritmo cardíaco y la respiración. Además de la aparición de sudoración, así como la consiguiente manifestación de miedo o sensaciones de inquietud o angustia, entre otras. La ansiedad puede ser entendida como un mecanismo adaptativo ante situaciones amenazantes o difíciles. Dado que permite cumplir una función necesaria para la supervivencia: ponernos alerta y prepararnos a la acción para protegernos ante un peligro o amenaza (respuesta de lucha-huida). 

El Sistema Nervioso Autónomo (SNA) es el encargado de coordinar la activación y todos los cambios físicos implicados en dicha respuesta. Esto ocurre puesto que el propósito de la ansiedad no es otro que el de proteger al organismo. Frente a una situación de peligro (fuego en el edificio, por ejemplo) es vital la preparación para la acción inmediata. Es necesario que en el cuerpo se produzcan una serie de cambios, encaminados a la activación para superar con éxito la situación (en este caso escapar de las llamas, sobrevivir). 

¿Cuándo se produce?

La respuesta actual de ansiedad podría concebirse como un mecanismo de defensa evolutivo, una herencia que hemos ido desarrollando con el paso del tiempo. Las amenazas a las que hacían frente nuestros antecesores estaban mayoritariamente ligadas a la supervivencia. Así como a funciones primarias de lucha y huida (luchar contra los animales, correr, pelear, esconderse…). Todas estas acciones requieren una alta activación para su eficaz ejecución. No obstante, pese a que en la actualidad hay muchos peligros que no se resuelven a través de la lucha, seguimos conservando esta respuesta de sobreactivación cuando interpretamos que una situación es amenazante o peligrosa.

Siguiendo este razonamiento, cabría decir que la ansiedad moderada no es perjudicial en sí misma. Nos alerta y nos moviliza para hacer frente a los peligros. La ansiedad puede convertirse en un problema cuando los episodios de ansiedad son recurrentes, intensos y/o duraderos. Y cuando aparecen de forma impredecible y sin motivo aparente o ante estímulos interpretados como aversivos y que no necesariamente lo son. Cuando esto ocurre el sistema de respuesta a la ansiedad se ve desbordado y no trabaja funcionalmente. 

Los procesos atencionales desempeñan un papel notorio en la respuesta de ansiedad. En líneas generales, cuando se brinda especial atención a las señales percibidas como amenaza. Es ahí cuando se produce un cambio en la prioridad de las acciones que llevamos a cabo. Lo relacionado con lo peligroso recibe la condición de preferente y pasa a ser el foco atencional primario. En otras palabras, se convierte en aquello a lo que se le dedica más tiempo y energía. 

Como se comentaba previamente el objetivo principal del sistema activado por la ansiedad reside en la detección de amenazas y la preparación para superarlas. Por ello es común que las personas que experimentan un grado elevado de ansiedad comiencen a desarrollar respuestas de lucha-huida ante determinadas situaciones, con el propósito de prevenir o revertir esta reacción displacentera. Las respuestas más comunes ante la ansiedad consisten en luchar o enfrentarse con el problema. O escapar o huir, evitar la situación amenazante de forma anticipatoria o quedarse paralizado. La reacción comienza a revertir cuando al reanalizar la situación se valora que el peligro ya no está presente. 

¿En qué afecta?

Una persona afectada de ansiedad vivencia una mayor exposición al peligro, experimentando una mayor preocupación. Por tanto, activa más su sistema de respuesta a la ansiedad: más repetidamente, por más tiempo e intensidad, incluso, cuando no es necesario. En estos casos la ansiedad puede inducir un sufrimiento significativo en la persona, que ya no es funcional, acotado y transitorio. Esta situación puede interferir significativamente en diferentes áreas de la vida de la persona que la padece, como pueden ser la alimentación, la higiene del sueño, la socialización y el nivel general de energía o activación entre otros. Ante este malestar generalizado la persona afectada puede sentir indefensión. Y, en rasgos general, producirse un deterioro del funcionamiento psicosocial y fisiológico.

¿Qué factores influyen?

Los factores de riesgo para padecer un problema de ansiedad son muy diversos e incluso pueden experimentar cambios por motivos culturales, sociales u otros. Las causas de los trastornos de ansiedad no siempre pueden identificarse claramente. En algunos casos sí que es posible trazar un origen o, al menos, determinar los elementos que precipitan las crisis de ansiedad. Mientras que en otros casos las causas pueden quedar indeterminadas o ser inespecíficas.

La investigación en materia de ansiedad señala que algunos factores pueden influir en el desarrollo de un problema de ansiedad. Por un lado, se encuentran causas asociadas a la genética como la transmisión intergeneracional de la predisposición a padecer ansiedad. No obstante, cabe señalar que la investigación acumulada aún no es suficiente para poder sentar las bases de los mecanismos genéticos de los trastornos de ansiedad. Por otro lado, se apunta a las causas circunstanciales como pueden ser los eventos traumáticos, en estos casos, la ansiedad puede desaparecer cuando el problema cesa o bien permanecer durante meses o años. Es lo que se conoce como trastorno de estrés postraumático o TEPT. 

De otra parte, se considera que el consumo de drogas tales como las anfetaminas, el éxtasis o el LSD pueden precipitar un episodio o patrón problemático de ansiedad. También se ha encontrado relación, en ciertas personas, entre el consumo de cafeína o teína y la ansiedad. 

De igual manera, se observa que las experiencias vitales significativas tales como las crisis o los cambios drásticos, sin necesidad de ser eventos traumáticos, pueden producir una respuesta de ansiedad.

¿Cuándo aparece?

Los síntomas pueden empezar en la infancia o la adolescencia y continuar hasta la edad adulta. En este punto cabe señalar que diferentes tipos de trastornos de ansiedad pueden tener sintomatologías diferentes. La ansiedad suele manifestarse a nivel mental, emocional y físico. Los síntomas mentales y emocionales suelen consistir en la aparición de una preocupación constante, cansancio, irritabilidad y agitación. Además de problemas para concentrarse y conciliar el sueño entre otros. Los síntomas físicos suelen incluir taquicardia, dificultad para respirar o sudoración excesiva. O incluso tensión muscular, temblores, mareos, desmayos, dolor de cabeza, indigestión entre otros.

¿Qué tratamientos se utilizan para combatirlo?

Los principales tratamientos para los problemas de ansiedad son la psicoterapia y la psicofarmacología o la combinación de ambas. La terapia cognitiva conductual es un tipo de psicoterapia que se emplea con frecuencia para abordar los problemas de ansiedad. El objetivo de este enfoque terapéutico consiste en que la persona identifique y comprenda de forma consciente cómo reacciona ante las cosas que le causan ansiedad para poder cambiar dicha relación o respuesta. En este abordaje se pone el énfasis en movilizar a la persona para que pueda aprender a gestionar su miedo o ansiedad para, a su vez, romper el patrón de respuesta evitativa. 

Los psicofármacos más comúnmente empleados para tratar los trastornos de ansiedad incluyen medicamentos ansiolíticos y antidepresivos. Algunas clases de fármacos pueden funcionar mejor para tipos específicos de trastornos de ansiedad. Es importante señalar que cada caso tiene una clínica determinada y, por tanto, con el fin de ajustar el tratamiento a las necesidades concretas es posible que se deban probar diversas combinaciones para dar con la óptima para la persona y su situación.

Un punto clave en el afrontamiento de la ansiedad reside en comprender la propia experiencia de ansiedad y la respuesta que se genera ante ella. Cuando se identifica un conflicto o problema es cuando se puede empezar a crear una relación con el mismo para poder, a su vez, transformar dicha relación. En este sentido, el trabajo terapéutico no pondría tanto el foco en cambiar la experiencia de ansiedad en si misma, sino en modificar la respuesta o la relación con la misma. Algunas líneas terapéuticas consideran que una alternativa a la respuesta de huida-lucha o a tratar de erradicar la ansiedad es aprender a convivir con ella. Así como a poder observar estas experiencias cuando ocurren como lo que son, sensaciones, pensamientos y emociones, sin juzgarlas ni valorarlas ni crear una identificación con las mismas. 

En otras palabras, el trabajo terapéutico pasa por comprender que dichas experiencias se encuentran en un momento particular de la vida de forma justificada, por algún suceso, por la historia personal, por el contexto actual o por la forma de interpretar la realidad entre otras. La lógica que subyace a este enfoque reside en que no se puede elegir no experimentar ansiedad, pero se puede aprender a regular la forma de responder a la misma. Pudiendo escuchar y aprender de la información que aporta para trabajarla consciente e intencionadamente. 

En este punto cabe señalar que la “no lucha” no debe confundirse con derrota o resignación, se trata de comprender mejor cómo funciona nuestro mundo interno y elegir como responder. No se trata de resignarse a perder, se trata de adaptar la respuesta a la comprensión de la naturaleza de la situación. No tratar de evitar pensamientos y emociones angustiosas puede parecer contraintuitivo. Pero comprendiendo la manera en la que funciona nuestra mente, podemos aprender de nuestros sucesos internos y así cambiar la relación que tenemos con los mismos. 

Cobra especial relevancia recordar que diferentes condiciones de vida suponen diferentes exigencias y, por ende, requieren diferentes demandas que atender y amenazas a las que responder. Es por esto, entre otros motivos, que ninguna situación es igual a otra y cada persona tiene su propia experiencia con la ansiedad. A mayor incertidumbre o menor control percibido sobre los problemas se hace más probable la aparición de una respuesta de ansiedad.

Hay personas cuya experiencia vital está más relacionada con los imprevistos y amenazas que la de otras. Y por esta razón tienen más probabilidad de tener el sistema de ansiedad activado, más frecuentemente, durante más tiempo o con mayor intensidad. Ante esta problemática dichas personas pueden experimentar una mayor dificultad para reponer la energía que gastan en gestionar la ansiedad.

Por otra parte, es cierto que ante una misma fuente de estrés y ante las mismas condiciones de vida, hay personas que reaccionan de maneras muy diferentes por poseer diferentes bagajes, recursos y habilidades. Además de por la forma en que han aprendido a responder a la ansiedad. 

Hábitos para mejorar la ansiedad

Es igualmente importante señalar que algunos estudios apuntan a que ciertos hábitos tales como practicar la relajación o meditación, la respiración consciente, mindfulness, yoga o ejercicio físico regular actúa como “ansiolítico natural”. Además del cuidado de la alimentación, la higiene del sueño y la terapia para aprender a pedir ayuda, poner límites y entender el funcionamiento mental y mundo interno pueden ayudar a prevenir o aliviar la ansiedad.

Acerca del autor

Alejandra Araluce

Alejandra Araluce

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Alejandra Araluce es licenciada en Psicología, experta en en la corriente de la Psicoterapia Sistémica y en el Trastorno mental grave y enfoques ocupacionales. Actualmente dirige el taller de Funcionamiento y autonomía.

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