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Uno de los principales problemas que nos encontramos tanto en las familias que  vienen a nuestra consulta, como con los pacientes diagnosticados con TLP, es la dificultad que tienen a la hora de comunicarse unos con otros.

Es común escuchar expresiones tales como “mi familia no me entiende”, “no se puede hablar con mi hijo porque se cabrea”, “nunca nos cuenta nada”, etc.  En este artículo vamos a hablar de aspectos relacionados con la comunicación y de algunas características del trastorno que podrían contribuir a complicar este proceso; asimismo, se revisarán algunas pautas que podrían ayudar a conseguir una comunicación más efectiva.

En primer lugar es importante saber que la comunicación es un proceso que no solo incluye mensaje que se intenta transmitir; es igual o más importante lo que no decimos con palabras, es decir, la conducta no verbal: gestos, postura corporal, la mirada y la expresión facial; así como otros elementos conocidos como paralingüísticos, como son: el tono y volumen de voz, la duración y claridad del mensaje; así como la cercanía o la distancia  física que hay entre el emisor y el receptor del mensaje.

Los aspectos que pueden obstaculizar la comunicación entre una persona con TLP y su entorno, tienen que ver tanto con algunas características de la personalidad límite, como con dinámicas familiares que se pueden presentar en su núcleo primario.

 

¿Qué es lo que lo complica?

POR PARTE DE LA PERSONA CON TLP POR PARTE DE LA FAMILIA  Y ENTORNO
Los problemas de identidad los puede llevar a tener problemas para saber lo que quieren, y por tanto a cambios de opinión frecuentes. No saber relacionarse con la parte sana del familiar con TLP y que los síntomas sean el único tema de comunicación.
La inestabilidad en el estado de ánimo, que deriva en que el otro no  puede predecir cómo va a ser recibido el mensaje. Utilización de mensajes paradójicos o inconsistentes: se le dice una cosa, pero la conducta no verbal dice otra; esto confunde e invalida al paciente.
Hipersensibilidad, que junto a algunas distorsiones cognitivas como la personalización o la lectura de pensamiento, llevan a interpretar algunos mensajes neutros como ataques o críticas. Poner en tela de juicio las afirmaciones de paciente, dudar de todo lo que dice por su tendencia a prometer y no poder cumplir, a cambiar de opinión; que puede llevarlo a sentirse invalidado. 
El miedo al rechazo y a ser abandonados puede hacerlos no ser claros en cuanto a sus necesidades y deseos, esperando que el otro lo adivine Intentar aleccionar, aconsejar o sermonear.
Lectura de pensamiento: creer que se sabe lo que el otro quiere decir o lo que está pensando.
Enfado intenso y crisis de activación emocional durante las cuales es complicado y hasta imposible mantener una conversación El contagio emocional puede llevar a angustiarse, frustrarse o enfadarse, lo que influye negativamente en la comunicación. 

 

En resumen, existen varios tipos de interferencias que obstaculizan una buena comunicación como por ejemplo, una mala elección del momento o el lugar para mantener una conversación,  dar por supuesto lo que la persona está pensando o lo que va a decir; la tendencia a escuchar y hablar a la defensiva o a negar los sentimientos de la persona y utilizar mensajes invalidantes, del tipo:  “Eso es imposible”, “No tiene sentido”, “Lo dices por el trastorno”, “No puedes decidir porque estás enfermo”.

 

PAUTAS GENERALES PARA UNA COMUNICACIÓN MÁS EFECTIVA:

1.-Cuando queremos decir algo:

  • Centrarnos en el mensaje que deseamos transmitir
  • Simplificar las cosas, que el mensaje sea claro , breve y concreto
  • Ser conscientes entre el contenido del mensaje, nuestra forma de hablar y la comunicación no verbal
  • Comprobar que las condiciones y circunstancias sean favorables para que el mensaje llegue sin interferencias. Minimizar las distracciones y elegir un buen momento y lugar

2.- Cuando otro nos quiere transmitir algo:

  • Escuchar con atención, no pensar en la respuesta hasta que el otro termine de hablar.
  • No dejar que la preocupación por dar nuestro propio punto de vista interfiera. Eso no nos permitirá escuchar lo que se nos está diciendo. 
  • Si tenemos dudas: hacer preguntas, no hacer suposiciones o dar por hecho algo que no se ha corroborado
  • No anticiparse a lo que el otro va a decir, puesto que es probable que no acertemos
  • Buscar soluciones, no defensas, excusas o justificaciones
  • No contraatacar. Si es difícil evitarlo, es mejor apartarse y retomar la conversación en otro momento de mayor tranquilidad para ambos
  • Prestar atención a las palabras, pero también al lenguaje corporal
  • Utilizar la escucha activa:
    • Mirar a los ojos a la persona con la que estás hablando.
    • Poner atención en aquello que el otro está diciendo y procurar entender qué es lo que está intentando comunicar. Intentar descubrir las necesidades que hay detrás de sus demandas.
    • Dar muestras de que estás atento a sus palabras, asintiendo y pidiéndole que continúe. 
    • Hacer preguntas para aclarar y asegurar que se ha entendido aquello que el otro quiere comunicar; por ejemplo: “¿Cuando dices esto quieres decir que…?”.
    • No añadir opiniones personales o juicios propios. Resumir lo que se ha entendido parafraseando. Por ejemplo, decir: “Si lo he entendido bien has dicho que…”.
    • Permitir  que el otro tenga la posibilidad de reflexionar y aclarar sus pensamientos.
    • Mostrar empatía, para lo cual ayudan fórmulas cómo: “Ya lo veo” o “Esto debe ser difícil”. La empatía y la sensibilidad son elementos clave para evitar hacer daño a la persona
    • Evitar ofrecer soluciones o consejos, así como bombardear la persona con preguntas.

 

3.- Cuando nos relacionamos con una persona con TLP, debemos incidir aún más en tener una comunicación efectiva, hay que evitar caer en las siguientes situaciones:

  • No juzgar
  • No hacer gestos que expresen desacuerdo con lo que se está escuchando
  • No aprovechar un acercamiento para echar en cara temas pasados
  • No utilizar información personal ni íntima en una próxima discusión o conversación
  • No volver a hablar del tema hasta que la persona lo saque de nuevo 
  • No ignorarla para evitar tener enfrentamientos, si no se sabe qué decir, es mejor plantearlo claramente, para lo que se puede decir algo así: “No sé qué responder a lo que me estás diciendo y temo que empecemos a discutir”
  • Reconocer que no se sabe contestar a una pregunta, decir, por ejemplo: “Siento no poder responderte ahora, pero pensaré sobre esto”
  • Si se prevé una discusión, irse y retomar la conversación en otro momento. Pero no irse sin más, sino que hay que explicarle el motivo de la retirada: “Siento que vamos a acabar discutiendo, mejor lo hablamos en otro momento”
  • No sucumbir ante provocaciones
  • No quitar importancia a los sentimientos negativos, que nos expresen. Usar,  por ejemplo, frases como: “no es para tanto”, en un intento de reducir su preocupación, solo consigue que se sientan invalidados e incomprendidos
  • No normalizar en exceso los sentimientos negativos. El decir: “es normal sentirse así”, produce el mismo efecto de invalidación.
  • No amplificar los sentimientos negativos, porque el paciente puede sobrevalorar la importancia de los mismos. Cuando decimos:  “eso que me dices es terrible, lo peor que he oído…” puede que terminemos incrementando su malestar.
  • Expresarse con sinceridad. Evitar los comentarios irónicos y sarcásticos, con doble sentido.
  • No emplear expresiones autoritarias ni imperativas. Expresar lo que se quiere o se espera que la otra persona haga mediante deseos personales.
  • No hacer comparaciones: “yo a tu edad…”, “la gente normal no haría eso”, “ si yo hiciese eso…”, “tus amigas…”
  • Y muy importante: 

Interpretar más allá de las palabras. Las personas que sufren este trastorno, muchas veces no sienten las cosas que pueden llegar a decir. Hay que intentar detectar los sentimientos que están detrás de las palabras.

Rosalba Miramontes

Rosalba Miramontes es Licenciada en Psicología, especializada en Orientación Familiar y Maestra en Ciencias especializada en Fisiología por la Universidad de Colima (México). Es psicóloga habilitada para ejercer en el área Sanitaria, experta en Trastornos de Personalidad por la Asociación Española para el Fomento y Desarrollo de la Psicoterapia y con un máster en TLP por la Universidad Complutense de Madrid; además de poseer habilitación por parte de la Comunidad de Madrid para ejercer como Directora de Centros de Servicios Sociales. Tiene más de 20 años de ejercicio profesional tanto en el área clínica como en docencia y coordinación de proyectos comunitarios.