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El término Bordeline data de mediados del siglo pasado el trastorno límite de la personalidad no fue reconocido formalmente como diagnóstico hasta 1980 ( DSMIII), caracterizándose desde sus inicios como un funcionamiento desadaptativo de la personalidad que transitaba entre la  psicosis y la neurosis, entre cierta normalidad y la patología (Milton T. Davis R.D 1998). 

Sobre el diagnóstico de Trastorno Límite de la Personalidad

El Trastorno Límite de la Personalidad es el trastorno de personalidad más frecuente en poblaciones clínicas. Esto es debido a la alta comorbilidad de esta entidad con los trastornos afectivos, de ansiedad, de abuso de sustancias. Además, de la elevada tasa de intentos de suicidio y autolesiones, lo que en conjunto provoca una gran demanda asistencial por parte de estos pacientes.

Un diagnóstico de TLP puede tener sus primeras manifestaciones en la infancia donde ya se apuntan como antecedentes la hipersensibilidad e inestabilidad emocional. Lo que da lugar a fuertes episodios de rabia como parte de las dificultades del niño para tolerar cualquier tipo de  frustración por pequeña que fuera. En la construcción de la personalidad del niño, en  el vínculo que establece con los padres no encuentra la confianza y seguridad que necesita para construir una sólida autoestima que le permita controlar su miedo al abandono. Sin embargo se suele evitar establecer el diagnóstico de TLP en edades tempranas pues todo está en proceso de cambio, especialmente para bien, y buenas experiencias con el entorno, el aprendizaje de los padres a la hora tratar a sus hijos y  la intervención de profesionales ayudan al niño a crecer y madurar de una forma más adaptativa.

 

Adolescencia e inicio de la edad adulta

Es en la adolescencia y en el inicio de la edad adulta cuando aparecen de forma abrupta las primeras crisis más propias del TLP. Estas crisis se organizan básicamente en función de la ansiedad y la impulsividad como respuesta en la que resulta muy difícil el controlar de forma consciente y voluntaria la propia conducta. Y por otro lado la tristeza, angustia y frustración ante la construcción de la propia identidad. 

Las conductas autolesivas, incluidas los intentos de suicidio, el abuso de sustancias, el descontrol emocional, los gravísimos problemas en las relaciones interpersonales que acompañan al miedo al abandono y las sensaciones de vacío que surgen durante el proceso en el que el adolescente y el joven se enfrenta a su reto de hacerse adulto e independiente, construyendo una identidad social junto a los amigos de su edad, una identidad psicosexual, profesional … etc ,siendo por esto que los años más difíciles del TLP suelen ser entre los 20 y los 35 años. 

En la mayor parte de los casos que se han diagnosticado en la adolescencia temprana o en la juventud, el trastorno ha evolucionado favorablemente y se ha estabilizado especialmente a partir de los 35 – 40 años. 

 

¿Qué pasa con un diagnóstico de Trastorno Límite de la Personalidad en la edad adulta?

Uno de los cambios fundamentales a los 35 – 40 años es que la revolución neurológica y hormonal de la adolescencia ha concluido, lo que hace que la impulsividad esté mucho más controlada. Contribuyendo a que los episodios críticos relacionados con el resto de la sintomatología muestren también una mejoría importante. Esta mejoría no es algo fijo ni progresivo y no se produce igual en todos los casos pues depende del deterioro que haya sufrido la persona en sus crisis a lo largo de los años de adolescencia y juventud. 

A los 35 -40 años se recogen los frutos del trabajo psicoterapéutico y psiquiátrico de toda una vida donde a esta edad se ha aprendido a manejar mejor la frustración, la ansiedad, los sentimientos de culpa y los impulsos autodestructivos. 

La identidad personal está mucho más asentada y permite que las relaciones personales estén más equilibradas y haya una mejor red social contenedora pero aún así han de seguirse trabajando todos los síntomas diana del TLP: la impulsividad, la inestabilidad emocional, la labilidad afectiva, las alteraciones cognitivas, la desorganización conceptual y los episodios micropsicóticos. Estos síntomas siguen estando ahí pero asoman en muchas menos ocasiones y con una intensidad muchísimo menor.

La adherencia al tratamiento, no tener conductas adictivas o suicidas han sido clave durante la juventud para que se llegue a esta etapa adulta de la vida con un buen pronóstico y una buena calidad de vida.