El miedo al abandono es uno de los miedos más comunes en las personas con diagnóstico de TLP y puede ser entendido como una reminiscencia de las ansiedades infantiles a estar solo y desprotegido ante la vida.
Este miedo que muchas veces se vive con autentico terror, está asociado con la necesidad o dependencia a una figura de afecto. A la cual nos aferramos para no sentir el vacío que puede surgir de la separación. Muchas veces la ausencia es vivida como una muerte, como una desaparición de la otra persona o de la propia. Lo que genera una sensación de desprotección, vulnerabilidad y de incapacidad de valerse por sí mismo.
Estamos hablando de un miedo primario por el que todos pasamos en la primeras etapas de nuestra vida. El cual a través del desarrollo cognitivo y de experiencia de seguridad afectiva, vamos incorporando mecanismos de simbolización que nos permiten estar solo. La capacidad de estar solo es algo que se va adquiriendo a lo largo de nuestro crecimiento cognitivo y afectivo. No es algo que viene de nacimiento.
El humano es gregario por naturaleza, y de hecho es el animal que más tiempo tarda en ser autónomo en comparación con otras especies.
Entendiendo esto, podemos aceptar que las diversas dificultades que podemos sufrir en nuestra infancia pueden afectar el proceso de sentirse seguro y capaz de poder enfrentarnos a las cosas. Y quizás podemos entender también la necesidad que hayamos podido tener en la vida, de buscar un refugio en alguna persona para poder sentirnos seguros. De hecho, las primeras experiencias de seguridad se obtienen con un otro, con las personas más cercanas, aquellas que se encargar de arroparnos. Así como de tranquilizarnos cuando nos alteramos, cuando lloramos como niños desconsolados por el dolor que sentimos por no sentirnos satisfecho, como cuando un niño llora de hambre y por dolor de tripa. Esta experiencia de desagrado y dolor, acogida por una figura de afecto cercana que calma, y ayuda a que el bebe vuelva a sentirse cómodo y a gusto, es una experiencia de seguridad.
Otros ejemplos de experiencias de seguridad serían: La imagen del niño jugando en el suelo mientras la madre está haciendo cosas. El niño sabe que la madre está allí, pero él está explorando el mundo. En alguna caída o un golpe, la madre se acerca lo consuela, el niño se tranquiliza y regresa a explorar el mundo. Eso también es una experiencia de seguridad. O el adolescente cuando se encuentra agobiado por las exigencias de vida adulta se desborda. Encuentra una figura de afecto, palabras de aliento, valoración, y tranquilidad. Esto ayuda a que el adolescente se enfrente a los retos de la vida, también es una experiencia de seguridad. Todas ellas se adquieren gracias a otro. Para vencer el miedo al abandono primero hay que sentirse acogido por algún otro.
Luego de ello, el crecimiento personal tiene que ir ligado al deseo de explorar el mundo, de rodearse de personas con las cuales nos sentimos arropados, seguros, queridos y poder tener la capacidad de sentirnos suficientemente seguros de que a pesar de que no estén físicamente a mi lado, no necesariamente indica que no estén conmigo, y la suficiente motivación para emprender proyectos independientes que nos llenen de satisfacción personal.
Para abordar la separación que implica un relación de pareja, debemos desarrollar estrategias, que nos permitan sentir la seguridad y la confianza en nuestras posibilidades. O dicho de otro modo, cambiar una sensación de vulnerabilidad ante la vida, y acoger la soledad como una experiencia personal, dentro de las múltiples experiencia que nos depara la vida. Y sobre la cual tenemos aprendizajes pendientes que no se lograron consolidar en épocas anteriores.
