Las salidas son una de las actividades favoritas y por eso desde hace unos años y gracias al apoyo de La Caixa, iniciamos el veranos en medio de la naturaleza, con amigos y con diferentes actividades entrañables.
Por: Ana Cabadas (psicóloga de AMAI-TLP)
Cuando el verano llega, nosotros también sentimos el deseo de desconectar, compartir y disfrutar. Por eso, nos fuimos cinco días a Berzosa para rodearnos de naturaleza, alejarnos de la rutina y poner en práctica algunas de las cosas que hemos aprendido en los talleres este año. ¿El resultado? Un fantástico grupo de personas sintiendo y disfrutando la vida y brindándose apoyo mutuo para sentirse seguros, seguir conociéndose o redescubriéndose a sí mismos y ordenados de manera responsable para que todos pudiesen disfrutar al máximo de esta experiencia.
La convivencia y el grupo es otro de los aspectos fundamentales a tener en cuenta, ya que aquí tendrán que compartir el día a día con otras personas y adaptarse a ellos. El grupo en este caso ha sido ejemplar, el compañerismo ha estado a la orden del día, la risa ha sido la máxima y han podido darse soporte unos a otros.
Los días pasaron volando, al menos esa fue la sensación compartida. El primer día salimos de Madrid en dos coches directos a la Berzosa. Al llegar comimos algo y enseguida nos pusimos a organizar cómo serían las rutinas de cada día y cuáles iban a ser los “equipos cocina”, por la tarde algunos decidimos dejarnos acompañar por la música, con la guitarra y el yembe cantamos algunas canciones, para más tarde descubrir un poco el pueblo y tomar un refresco. Ese día dio para mucho ya que inmediatamente después nos pusimos manos a la obra todo el grupo para ir a hacer la compra y preparar la barbacoa de bienvenida.
El martes fue un día de muchas risas, la actividad principal fue montar a caballo y nos dejó muchas anécdotas para recordar. Por la tarde hicimos un poco de senderismo hasta llegar a una pequeña playa fluvial donde algunos se dieron un chapuzón y otros disfrutaron de las vistas.
El miércoles pasamos el día en las piscinas de Rascafría que tenían unas vistas espectaculares, pasamos el día entre chapuzones, juegos, descanso y risas otra vez. Comimos unos bocadillos buenísimos que el equipo cocina había preparado ese día por la mañana. Al volver aprovechamos para coger algunas provisiones y ya nos fuimos al albergue a descansar.
El jueves nos despertamos un poco antes porque las piraguas nos esperaban, el sitio era maravilloso y antes de montar aprovechamos para hacer alguna fotografía. El trayecto lo hicimos de ida y vuelta hacia una cala donde estuvimos un buen rato descansando del remo y disfrutando del agua y del paisaje. Por la tarde hicimos sesión de juegos de mesa en plena naturaleza, nos sentamos en el parque del albergue a jugar una eterna partida de Party según algunos, eterna pero divertidísima, donde practicamos muchísimas habilidades.
El viernes fue el día de la despedida, del equipo de limpieza y recogida del albergue; el día para valorar todo lo que esta experiencia nos había aportado a cada uno de los que fuimos y poder llevárnoslo con nosotros.
Sí, el tiempo pasó volando y el cansancio ya comenzaba a notarse, pero sabemos que mereció la pena y que a todos nos ha servido, especialmente como alguna de las participantes lo dijo, «para no perder la esperanza de que se puede salir adelante aunque haya días de flaqueza y de abandono. En este viaje me di cuenta que existe luz en el camino».
El próximo verano lo más seguro es que volvamos a compartir alejados de la rutina, mientras llega el momento seguiremos creciendo juntos en los talleres.
¡Hasta entonces!