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El trastorno límite de la personalidad se define como una patología de la inestabilidad y del impulso y este último factor se relaciona con el alcoholismo que podemos definir teniendo en cuenta el DSM-V desde dos fenómenos:

  • Abuso: patrón de consumo “desadaptativo” con repercusión negativa en múltiples campos de funcionamiento del paciente, se evidencia una carencia en el control del consumo y mantenimiento de la conducta a pesar de las consecuencias negativas nunca deben haberse cumplido criterios para dependencia.

 

  • Dependencia: patrón de consumo “desadaptativo” con repercusión negativa en múltiples campos de funcionamiento del paciente, se evidencia una carencia en el control del consumo y mantenimiento de la conducta a pesar de las consecuencias negativas, presencia de tolerancia y abstinencia.

 

En concreto existe un criterio, el número 4, que habla de impulsividad en dos o más áreas que sean autolesivas para la persona. Es donde encuadraríamos el consumo de alcohol (como conducta impulsiva que genera consecuencias negativas para la persona) dentro del TLP.

Si hablamos de comorbilidad, el TLP es uno de los diagnósticos que más presenta. Siendo el Trastorno por uso de Sustancias el más frecuente (64-66%)  y dentro de estos el más frecuente es el alcoholismo. Además, puede generar un peor pronóstico del caso si aparece de manera concomitante. Esto es así porque las personas con TLP y alcoholismo por ejemplo, tienen más dificultades en su día a día. Así como, son más resistentes al tratamiento y a la adherencia del mismo. y son más propensos a involucrarse en otras conductas adictivas como la ludopatía.

En el trastorno límite de personalidad existe un riesgo independiente de conducta suicida como sabemos, sin embargo si coexiste con un Trastorno de uso de sustancias el riesgo es mucho mayor. 

Como hemos planteado el TLP se relaciona con el consumo de alcohol en la pérdida del control de impulsos, sin embargo, es importante entender el para qué estas personas recurren a sustancias como el alcohol. La finalidad la podríamos encuadrar en dos vías:

  • Por un lado la vía relacionada con la búsqueda de sensaciones o de estímulos novedosos.
  • Por otro lado la finalidad relacionada con el mecanismo de defensa de la evitación, es decir consumen para evadirse de la realidad y de su propio sufrimiento.

La primera forma de explicación podríamos relacionarla también con el trabajo de la identidad en estos pacientes y del vacío. Es decir, en numerosas ocasiones recurren al alcohol para sentirse más empoderados en la socialización. La búsqueda de sensaciones les hace sentirse más extrovertidos e interesantes con el mundo que les rodea. A la vez que cubren un vacío, desempeñan un papel falso de sí mismos. Esto al final se traduce en “resacas emocionales” devastadoras en los días siguientes. No sólo porque el alcohol en sí mismo sea una sustancia depresora del sistema nervioso. Sino porque generalmente se sienten avergonzados por conductas que hayan podido llevar a cabo bajo sus efectos y porque la vuelta a la realidad les resulta insoportable.

Por ello es tan importante que el trabajo terapéutico se centre en un primer momento en reducir las conductas de riesgo que puedan interferir en el proceso, como el consumo de alcohol, abordando la retirada de forma gradual, incorporando si es preciso tratamientos específicos de consumo para un mayor soporte.

Una vez reducido el consumo, nos centraríamos a nivel más profundo en el trabajo de identidad personal fundamentalmente. Y acompañado por intervenciones más de superficie enfocadas en el manejo de habilidades sociales y de comunicación para aprender a poder expresar sin necesidad de estar desinhibido, manejo de la rabia y la frustración, así como en recursos para el control de las situaciones de crisis.