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Este trastorno es el más llamativo en cuanto a su complejidad sintomatológica y las dudas que genera en la comunidad clínica. Consiste en una de las alteraciones que mas dudas diagnósticas, metodológicas y conceptuales ha generado en pacientes, familiares, clínicos y estudiosos.

Es por ello que la disección y el estudio de los distintos síntomas o mecanismos imbricados en la génesis o mantenimiento de la patología. Se presentan altamente relevantes a la hora de avanzar en la comprensión metodológica de este padecimiento.

Uno de los aspectos más relevantes, que ha tenido alta difusión y estudio en la psiquiatría, es el impacto que tiene el estrés y el padecimiento de situaciones adversas sobre el sistema nervioso. Además de sobre la morfología del cerebro, su funcionamiento y su resonancia sobre el psiquismo. Así mismo, es de vital importancia comprender la vivencia fenomenológica del paciente expuesto a este tipo de situaciones. Sobre todo, si se produce de una manera persistente y continuada o bien en la primera infancia en el contexto de un cuidador. Ya que las repercusiones estudiadas se describen como de mucha mayor gravedad.

Existe una vivencia común en el paciente con Trastorno Límite de la Personalidad de que las personas (amigos, familiares o clínicos) no los comprendemos. Realmente hasta cierto punto no están exentos de razón. Esto se debe a que el sufrimiento constante e intenso al que se ven abocados estos pacientes, no es naturalmente experimentado por las vivencias de personas que no sufren este Trastorno. Igualmente, hay una angulación interpersonal del paciente que está en relación a la vivencia egodistonica, a la sensación de extrañeza y de autodistanciameiento. Así como a sentirse autoobservadores de si mismo, como otro”, que provoca que ellos tampoco puedan entenderse muchas veces a sí mismos ni consigo mismos.

Es como si la función reflexiva de ir tomando distancia objetiva de sí mismos y de sus variables dejara una resonancia de sentir que eso que esta sucediendo es de tal nivel de intensidad que llegan incluso a protegerse”. Sintiendo que eso mismo les esta sucediendo a otro o directamente olvidando” el capítulo. Así, lo hecho o dicho en la situación estresante es negado y existe la posibilidad de que potencialmente incurran en tentativas autolesivas, heteroagresivas o intentos lesivos, sin vivencia nuclear ni conciencia intencional de estar haciéndolo.

Estas situaciones naturales en la vida de un paciente con Trastorno Límite, que cualquier paciente o familiar puede reconocer en su historia biográfica, corresponden a mecanismos de autoprotección o defensa. Y están relacionados con la gestión de estrés a través de la activación de estructuras o mecanismos disociativos.

Procesos disociativos

Los procesos disociativos son recursos del psiquismo utilizados para hacer frente a situaciones desestabilizadoras y de gran intensidad emocional. Es en este marco de lo postraumático donde entra la relación existente entre el desarrollo estructural del trastorno límite de la personalidad y la personalidad múltiple, objeto de este breve trabajo explicativo.

En el campo de la disociación, aparecen conceptos transversales como otras personalidades” (Putman, 1989) o experiencias de subjetividad aislada” (Chefetz,2004). Así como, conceptos análogos complejos como subpersonalidad, descrito por el psicoanálisis, (Jung 1916) o partes fragmentadas de la personalidad, como describe la actual teoría de la disociación estructural de la personalidad.

Como metáfora de un cristal que se rompe en distintas partes al ser golpeado, la personalidad se disgrega en distintas partes al ser impactado emocionalmente.

De manera especialmente clara, si ese impacto se da en el contexto del ámbito de crianza con los cuidadores, creando una forma de desarrollo compartimentado, modular, escindido entre partes que deriva en una forma de vivencia caótica. Además de no unificada con tendencias, identidades, posicionamientos y tonalidades emocionales cambiantes. En estas últimas deriva esa vivencia inestable y una confusión que subyace en el trastorno de la personalidad.

 

Diferencia entre personalidad y Trastorno de Personalidad

Una personalidad normal” o sana, tiene la capacidad de definir y vivirse en distintos roles vitales (hijo, pareja, profesión, amistad, autonomía). En los cuales siempre hay una vivencia de inmutabilidad identitaria. Es decir, uno siempre puede reconocer una forma genuina en contraposición a un cambio de sí mismo. Cada uno de esos roles sirven para desarrollar  y capacitar en funciones distintas en la vida.

Lo normal, es que en cada uno de esos papeles haya sensaciones, recuerdos, representaciones y cogniciones que lo han desarrollado o que han hecho parte de él, en la historia biográfica del individuo. Ya que, es en la historia de cada uno donde subyace una tonalidad emocional. Por eso, en una personalidad normal podemos encontrar todo el espectro de emocionalidad vivida asociada a distintas áreas, temáticas y funcionalidades en la vida.

La patología en personalidades normales y en los Trastornos de Personalidad coincide cuando una de esas vivencias y tonalidades emocionales va asociada a sensaciones. O bien a recuerdos y cogniciones intolerables o de alta carga que invaden el equilibrio en relación con las otras partes funcionales de la persona. Es ahí, cuando se activa el conflicto (y/o síntoma) y la persona requiere elaborar y reorganizar su situación para recuperar el equilibrio.

La diferencia entre un Trastorno de Personalidad y una personalidad es que tiende a desequilibrarse y recuperar la homeostasis funcional. Como ocurre en la personalidades más sanas o equilibradas, es cuando estas vivencias activan mecanismos, recuerdos y sensaciones asociadas al contexto de relación con otro. Especialmente si es un cuidador, o a momentos evolutivos de primera infancia donde no hay desarrollo metalingüístico y dialectico para verbalizar y exteriorizar la experiencia vivida.

Es decir, si estamos en un contexto madurativo de primera infancia, preoral y preverbal, donde aún el proceso formativo del yo está incipiente, la vivencia disruptiva no se siente como una parte. Sino que engloba y desordena toda la personalidad. En esta etapa se activan mecanismos asociados a la forma de protegerse del psiquismo primario cuando se vivenció la situación de estrés o la agresión. Por ello, en el paciente con trastorno límite se observan mecanismos reactivos de protegerse del psiquismo primario: impulso de comer, impulso de beber, la sexualidad o la agresividad-comparación.

Esta situación, según nos refiere McWilliams, tiene una repercusión directa sobre el proceso formativo del yo y la identidad. En la medida en que primero el paciente no puede formar un yo solido y autoreferencial consolidado. Y, segundo, no solo sigue necesitando verse a través de la imagen que el otro le devuelve, sino que incluso puede internalizar como sí mismo la imagen del agresor. Lo que provoca que esa imagen siempre se asente en la vivencia de sí mismo como otro.

Este mismo autor, nos describe que cuando se dan situaciones de estrés relacional en el contexto de los cuidadores primarios, no existe la posibilidad de desarrollo naturalizado de la personalidad. Creando que el sí mismo de la persona, se fracturé, en parciales, desgajados, que cumplen distintas funciones. Así observamos varias partes como: la personalidad huésped” (que es la que busca tratamiento y se presenta ansiosa, distímica y abrumada). O aparición de partes infantiles, victimizadas, perfeccionistas, adultas incluso e identidades con cualidades especiales.

Función de la psicología en el Trastorno de Personalidad Múltiple

La labor de la psicoterapia en este nivel de trabajo, es básicamente reunificarlos a todos bajo una tutela de organización de la parte más adulta de la personalidad, siempre existente. Así como que reconozca, valide y formule las necesidades cambiantes e incluso autodestructivas que obligatoriamente deben aprender a convivir en el seno de uno mismo.

Así, por sintetizar, diferentes autores y terapeutas describen partes fragmentadas de la personalidad o subpersonalidades, con historias biográficas que describen su génesis y desarrollo. Y están mostrando aspectos o cualidades de la persona que en las personalidades patológicas pugnan y luchan por el poder. Estas, en una estructura madurativa más sana han aprendido a coexistir, a validarse y a vivir en una democracia participativa. Validándose las unas a las otras, una vez que se han reconocido y entendido la utilidad cooperativa. Ya que todas están mostrando aspectos relevantes de la personalidad completa.

El elemento concreto de esas partes”, objeto formal de la psicoterapia, es que esas partes se reconozcan como partes de uno mismo. Inclusive las que protegen haciéndose daño, ya que todas hablan y muestran aspectos de si mismo, que un yo fortalecido tiene que aprender a reconocer. Es solo de esa manera, cuando esa experiencia disocitativa, restrictiva y bloqueadora de no sentirse uno mismo y sentirse otro, como experiencia de un yo débil que no se reunifica con esa parte de sí, permite el desarrollo óptimo de la personalidad. Además de la absorción y elaboración de todas esas experiencias de sufrimiento que se va padeciendo en el proceso de vivir e ir madurando.

Todo un reto y todo un arte de reunificarse con uno mismo.

Fernando Sánchez

Fernando es el Coordinador del Equipo Clínico en AMAI - TLP, es psicólogo general sanitario. Posee un Máster en Psicología Clínica y Psicoterapia. Pertenece a la Sociedad Española de Psicología Analítica. Es especialista en el tratamiento de de Trauma psíquico y desarrolla Terapia sensoriomotriz del trauma en el Instituto de Psicoterapia Sensoriomotriz. Es terapeuta EMDR en la Asociación EMDR España.